domingo, 21 de marzo de 2021

XVI. UN TRIBUTO A LA MEMORIA DE AURELIO DESDENTADO BONETE

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Aurelio está en mi recuerdo desde que me reconozco a mí misma como aprendiz de iuslaboralista. Creo que le conocí personalmente en una de aquellas jornadas de Albacete, que organizaban Antonio Baylos, Luis Collado, Enrique Lillo y tantos otros insignes y admirados maestros; y ya desde entonces se convirtió en un referente indispensable para mi proceso de aprendizaje. [2]

Con el paso de los años, el destino me anudó a él de muy diversas formas. Primero, porque coincidimos —casualidad o sintonía— en inquietudes intelectuales y doctrinales. Muchas de mis modestas publicaciones entablaron diálogo con sus magníficos trabajos sobre cuestiones centrales de nuestra disciplina. Más tarde, porque la vida me llevó al Tribunal Supremo, donde el vínculo de magisterio, amistad, cariño y complicidad fraguó de manera definitiva.

Aurelio disfrutaba y te hacía disfrutar de una conversación dando un paseo desde la Plaza de la Villa de París a la librería Antonio Machado, a cualquier restaurante cercano para compartir comida y buen vino, o a su casa de El Escorial. Era un paseante y un conversador fascinante. Y en cualquiera de aquellos momentos prodigaba su saber de jurista cabal y concienzudo, pero también de intelectual librepensador y de hombre erudito. Hemos hablado, mejor dicho, le he escuchado con aprovechamiento tratar sobre Derecho, no solo del Trabajo, filosofía, literatura, poesía (qué lujo compartir con él, parte de su familia y mi querido Ignacio González del Rey la entrega del premio del Cafetín Croche en El Escorial). Fuimos juntos a mil sitios, a sesiones divulgativas a la Escuela Julián Besterio de la UGT, al CES. Siempre que podía, acudía desprovisto de escolta y de chofer, haciendo gala de su sencillez y despreocupación. Le recogía su mujer, Lola, o desplegaba su espíritu juvenil oficiando de copiloto para Magda Nogueira y su “bólido”; lo que sirve también para ilustrar su sana pasión por las mujeres, de las que sabía rodearse tanto en la vida personal como en la profesional.

Era un hombre vital y generoso, que prodigaba su vasto y profundo conocimiento como un igual, sin marcar diferencias ni jerarquías. Magnánimo en el elogio, nunca le mandé un escrito, por simple que fuera, al que no me respondiera con una sugerencia aprovechable o con una crítica laudatoria. Creía que los trabajos en los que estábamos empeñados tenían un momento de madurez, y una vez alcanzado, había que sacarlos adelante y publicarlos. Y eso me ha ayudado mucho.

Tengo una deuda intelectual con él impagable, pero la tengo tal vez mayor en el plano personal. Aurelio, también Lola, estuvieron a mi lado en momentos decisivos y difíciles de mi vida. Fue un amigo cercano y abnegado, incondicional y siempre disponible. Me consta que lo ha sido con muchas más personas. Si tuviera que destacar lo que para mí ha representado, además de en la esfera intelectual, científica y profesional, se resumiría diciendo que era un enamorado del amor. Del que destilaba por todos los poros de su cuerpo hacia Lola, su mujer, Eva y Elena, sus hijas, y sus nietos, Pero también hacia los demás, por el amor que él presentía y percibía en los que le rodeaban.

Y termino. Hasta para morirse Aurelio ha sido significativo. Se ha despedido de todos nosotros en el día del Padre, el 19 de marzo del año 2021, dejándonos a los que le queremos un poco huérfanos.
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[1] Fotografía, de www.contemporaneos2005.blogspot.com.
[2] Una semblanza entrañable de la colaboración de Aurelio con profesores de Derecho del Trabajo la hace Antonio Baylos en su blog, que puede verse aquí: www.baylos.blogspot.com.

1 comentario:

  1. Nos ha dejado un hombre extraordinario. Querido maestro y amigo.

    Un fuerte abrazo para los que también los habéis sido, y especialmente para Lola, Eva y Elena.

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