SONETO XX
A UN CAÑO ROTO Y VELEIDOSO
Arco de óxido que a la nada alcanza,
cuando a tus labios allego mi morro;
y redoblas tu afán con el engorro
de escupirme en los pies con tu lanza.
No me movía la vana esperanza
de hallar en ti coñac, güisqui o tintorro;
bastaba un poco de agua del pitorro
con que aliviar las ansias de mi panza.
Bolardo inútil, áspera alfombra,
oasis de ceniza que acalambra
la voz angustiada en medio del frío.
Torre huérfana en su enroque de sombra,
cárcava de un jardín de la Alhambra,
que muda la bondad del gentil río
en hontanar de hastío,
donde la suerte que dictan los hados
es tener sed y los pïes mojados.
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[1]
Fotografía, de María José Alonso.
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