SONETO XVI
A UN VIENTO FALTO DE CARIÑO
Naciste, entre los bastardos, bastardo,
efímera crisálida humeante;
y no fue para tu padre bastante
con arrojarte al mundo como un fardo,
que te negó, con ascos, muy gallardo,
por más que fuiste quedo y no tunante.
No me tengo por caballero andante,
y aunque no orgulloso cual Leonardo
al posar el pincel de la Gioconda,
no seré yo el felón que no responda
por evitar censuras y desdén
de esos ojos que se preguntan quién,
mientras tu médula la napia arrasa:
«Sí, señoría, es mío... ¡Qué pasa!»
A UN VIENTO FALTO DE CARIÑO
Naciste, entre los bastardos, bastardo,
efímera crisálida humeante;
y no fue para tu padre bastante
con arrojarte al mundo como un fardo,
que te negó, con ascos, muy gallardo,
por más que fuiste quedo y no tunante.
No me tengo por caballero andante,
y aunque no orgulloso cual Leonardo
al posar el pincel de la Gioconda,
no seré yo el felón que no responda
por evitar censuras y desdén
de esos ojos que se preguntan quién,
mientras tu médula la napia arrasa:
«Sí, señoría, es mío... ¡Qué pasa!»
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