SONETO XIV
El corazón se rinde a la sequía
en un pantano roto y agostado,
cuyo lecho de venas cuarteado
pule el soplo de la melancolía.
Polvo y humo, fragor nunca olvidado;
rastrojo que ventea noche y día;
segundos que son horas de agonía
con el alma clavada en su pecado.
Devota religión de cenagal
que debe rendir lágrimas y albricias
a un coloso que tiene pies de barro;
a una liturgia de cuña y desgarro,
a un altar consagrado con mi sal
que antaño desbrozaban tus caricias.
El corazón se rinde a la sequía
en un pantano roto y agostado,
cuyo lecho de venas cuarteado
pule el soplo de la melancolía.
Polvo y humo, fragor nunca olvidado;
rastrojo que ventea noche y día;
segundos que son horas de agonía
con el alma clavada en su pecado.
Devota religión de cenagal
que debe rendir lágrimas y albricias
a un coloso que tiene pies de barro;
a una liturgia de cuña y desgarro,
a un altar consagrado con mi sal
que antaño desbrozaban tus caricias.
Goal.
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