SONETO XVIII
A UNA ROMÁNTICA AROMÁTICA
Me huelgan los saqueos de Atila,
sin duda por la historia exagerados,
pues es en tus efluvios resecados
donde la parca su guadaña afila.
Destiló el poro y añejó la axila
las dos lunas crecientes de sudados
que esplenden de tus brazos levantados
cuales fauces de Caribdis y Escila.
Cuando tu almizcle en la nariz se enhebra
fingiéndose voluta de tabaco,
hasta el propio Sansón tirita en quiebra,
entregado de hinojos al sobaco
que atropella el Tratado de Ginebra
helándole la risa al jovial Baco.
A UNA ROMÁNTICA AROMÁTICA
Me huelgan los saqueos de Atila,
sin duda por la historia exagerados,
pues es en tus efluvios resecados
donde la parca su guadaña afila.
Destiló el poro y añejó la axila
las dos lunas crecientes de sudados
que esplenden de tus brazos levantados
cuales fauces de Caribdis y Escila.
Cuando tu almizcle en la nariz se enhebra
fingiéndose voluta de tabaco,
hasta el propio Sansón tirita en quiebra,
entregado de hinojos al sobaco
que atropella el Tratado de Ginebra
helándole la risa al jovial Baco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario