martes, 19 de mayo de 2015

I. VIENTO DE CEDRO

Es tan fácil acostumbrarse a lo bueno
que apenas si recuerdo
que hubo otros tiempos
con sus laberintos
de paredes repetidas
y espejos deformantes.

Mi cuerpo desnudo
cura esa desmemoria
rescatando los latigazos
de los escaparates.

La tensión de los paraísos turísticos,
el sudor de los alquileres asequibles,
el pinchazo de las carteleras recién estrenadas,
la sangre de las exóticas delicattessen…
                      el acoso implacable de la nada.

Y allí llegan tus dedos de Ariadna,
brujuleando por mi pellejo,
recomponiendo los cabos,
mostrándome la salida…

Ahora puedo enfrentar,
sereno,
los cristales de ese abismo cotidiano,
porque tu silueta se recorta
como una luna mayestática
contra el vacío
y lo eclipsa…

Y el vacío,
           derrotado,
me devuelve el paso fugaz
de tus ojos por los míos.

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