NATURALEZA MUERTA
El sofoco estival,
la vetustez de los muros
embisten sellos y puertas.
El petirrojo que pía
sobre su rama encantada
y un erizamiento rasga
la arquitectura silente.
Su atardecer de estuco
aguijonea la luz
que el sol destierra a su paso.
Hay un descarte de aliento,
espacios que no envidan
y horas fincando su peso
con un vapor mineral.
Las estancias son hastío,
una almazara de sombras
que la gravedad captura.
El sofoco estival,
la vetustez de los muros
embisten sellos y puertas.
El petirrojo que pía
sobre su rama encantada
y un erizamiento rasga
la arquitectura silente.
Su atardecer de estuco
aguijonea la luz
que el sol destierra a su paso.
Hay un descarte de aliento,
espacios que no envidan
y horas fincando su peso
con un vapor mineral.
Las estancias son hastío,
una almazara de sombras
que la gravedad captura.